Colección de discursos agrupados temáticamente
Nakulapita Sutta
22.1. Discurso con Nakulapita
Esto he escuchado:
En una ocasión el Bienaventurado estaba morando entre los bhaggas en Sumsumaragira, en la arbolada Bhesakala del Parque de los Venados. En aquel tiempo, un hombre hogareño de nombre Nakulapita se acercó al Bienaventurado y, rindiéndole homenaje, se sentó a un lado. Acto seguido, dijo:
“Yo ya soy viejo, venerables señor, soy anciano cargado de años, avanzado en la edad, llegado a mi último estado, afligido en mi cuerpo y frecuentemente enfermo. Raramente voy a ver al Bienaventurado y a los monjes que son dignos de estima. Qué el Bienaventurado me exhorte, que el venerable señor me instruya, ya que esto podría traerme bienestar y felicidad por largo tiempo.”
“Así es, homnre hogareño, es así: este cuerpo tuyo está afligido, agobiado y estorbado. Cualquiera que, portando este cuerpo pretendiese ser saludable, aunque sea por un instante, ¿qué otra cosa sería sino un tonto? De manera que, hombre hogareño, deberías entrenarte así: ‘Aunque esté afligido en mi cuerpo, mi mente estará sin aflicción’. Así deberías entrenarte.”
Entonces, el hombre hogareño Nakulapita, habiéndose deleitado y regocijado en las palabras del Bienaventurado, se levantó de su asiento y, rindiéndole homenaje, se retiró de este lugar, cuidando que el Bienaventurado quedase siempre a su derecha. Acto seguido, se acercó al Venerable Sariputta y, rindiéndole homenaje, se sentó a un lado. Entonces, el Venerable Sariputta le dijo:
“Hombre hogareño, tu aspecto es sereno, tu rostro es puro y brillante. ¿Acaso, escuchaste hoy el Dhamma en la presencia del Bienaventurado?”
“¿Cómo podría ser de otra manera, venerable señor? Justo hace un rato, fui rociado por el Bienaventurado con la ambrosia de su enseñanza del Dhamma.”
“¿Y qué especie de ambrosia de la enseñanza del Dhamma roció el Bienaventurado sobre ti, hombre hogareño?”
[Nakulapita repite al Venerable Sariputta el contenido entreo de su conversación con el Bienaventurado y agrega:] “Ésta fue la especie de ambrosia de la enseñanza del Dhamma que el Bienaventurado roció sobre mi.”
“¿Y no se te ocurrió, hombre hogareño, preguntar al Bienaventurado sobre cómo uno queda afligido en el cuerpo y afligido en la mente y cómo uno, siendo afligido en el cuerpo no está afligido en la mente?”
“Recorrí un largo camino, venerable señor, para aprender el significado de estas palabras del Venerable Sariputta. Realmente, sería muy bueno si el Venerable Sariputta me aclarara el significado de estas palabras”.
“Entonces escucha y presta atención, hombre hogareño, que voy a hablar”.
“Sí, venerable señor”, respondió el hombre hogareño Nakulapita y el Venerable Sariputta dijo esto:
“¿Y cómo, hombre hogareño, uno está afligido en el cuerpo y está afligido en la mente? He aquí, hombre hogareño, una persona común, no instruida y mundana, que no sigue a los nobles y tampoco es hábil ni disciplinada en su Dhamma, que no sigue a las personas íntegras y tampoco es hábil ni disciplinada en su Dhamma, asume que la forma es uno mismo, o asume que uno mismo es poseedor de la forma, o asume que la forma está en uno mismo, o asume que uno mismo está en la forma. Él vive obsesionado con esa noción: ‘Yo soy la forma, la forma es mía’. Y como vive obsesionado con estas nociones, su forma cambia y se altera. Con el cambio y la alteración de la forma, aparecen el pesar, el lamento, la pena, la aflicción y la desesperanza.
“Además, l asume que la sensación es uno mismo, o asume que uno mismo es poseedor de la sensación, o asume que la sensación está en uno mismo, o asume que uno mismo está en la sensación. Él vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la sensación, la sensación es mía’. Y como vive obsesionado con estas nociones, su sensación cambia y se altera. Con el cambio y la alteración de la sensación, aparecen el pesar, el lamento, la pena, la aflicción y la desesperanza.
“Además asume que la percepción es uno mismo, o asume que uno mismo es poseedor de la percepción, o asume que la percepción está en uno mismo, o asume que uno mismo está en la percepción. Él vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la percepción, la percepción es mía’. Y como vive obsesionado con estas nociones, su percepción cambia y se altera. Con el cambio y la alteración de la percepción, aparecen el pesar, el lamento, la pena, la aflicción y la desesperanza.
“Además asume que las formaciones mentales son uno mismo, o asume que uno mismo es poseedor de las formaciones mentales, o asume que las formaciones mentales están en uno mismo, o asume que uno mismo está en las formaciones mentales. Él vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy las formaciones mentales, las formaciones mentales son mías’. Y como vive obsesionado con estas nociones, sus formaciones mentales cambian y se alteran. Con el cambio y la alteración de las formaciones menatles, aparecen el pesar, el lamento, la pena, la aflicción y la desesperanza.
“Además asume que la conciencia es uno mismo, o asume que uno mismo es poseedor de la conciencia, o asume que la conciencia está en uno mismo, o asume que uno mismo está en la conciencia. Él vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la conciencia, la conciencia es mía’. Y como vive obsesionado con estas nociones, su conciencia cambia y se altera. Con el cambio y la alteración de la conciencia, aparecen el pesar, el lamento, la pena, la aflicción y la desesperanza.
“De esta forma, hombre hogareño, uno está afligido en el cuerpo y está afligido en la mente.
“¿Y cómo, hombre hogareño, uno estando afligido en el cuerpo, no está afligido en la mente? He aquí, hombre hogareño, un instruido noble discípulo que sigue a los nobles y es hábil y disciplinado en su Dhamma, que sigue a las personas íntegras y es hábil y disciplinado en su Dhamma, no asume que la forma es uno mismo, ni asume que uno mismo es poseedor de la forma, tampoco asume que la forma está en uno mismo, ni asume que uno mismo está en la forma. Él no vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la forma, la forma es mía’. Y como no vive obsesionado con estas nociones, cuando su forma cambia y se altera, con este cambio y alteración de la forma, no aparece el pesar, ni lamentación, ni pena, ni aflicción ni desesperanza.
“Además no asume que la sensación es uno mismo, ni asume que uno mismo es poseedor de la sensación, tampoco asume que la sensación está en uno mismo, ni asume que uno mismo está en la sensación. Él no vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la sensación, la sensación es mía’. Y como no vive obsesionado con estas nociones, cuando su sensación cambia y se altera, con este cambio y alteración de la sensación, no aparece el pesar, ni lamentación, ni pena, ni aflicción ni desesperanza.
“Además no asume que la percepción es uno mismo, ni asume que uno mismo es poseedor de la percepción, tampoco asume que la percepción está en uno mismo, ni asume que uno mismo está en la percepción. Él no vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la percepción, la percepción es mía’. Y como no vive obsesionado con estas nociones, cuando su percepción cambia y se altera, con este cambio y alteración de la percepción, no aparece el pesar, ni lamentación, ni pena, ni aflicción ni desesperanza.
“Además no asume que las formaciones mentales son uno mismo, ni asume que uno mismo es poseedor de las formaciones mentales, tampoco asume que las formaciones mentales están en uno mismo, ni asume que uno mismo está en las formaciones mentales. Él no vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy las formaciones mentales, las formaciones mentales son mías’. Y como no vive obsesionado con estas nociones, cuando las formaciones mentales cambian y se alteran, con este cambio y alteración de las formaciones mentales, no aparece el pesar, ni lamentación, ni pena, ni aflicción ni desesperanza.
“Además no asume que la conciencia es uno mismo, ni asume que uno mismo es poseedor de la conciencia, tampoco asume que la conciencia está en uno mismo, ni asume que uno mismo está en la conciencia. Él no vive obsesionado con la noción: ‘Yo soy la conciencia, la conciencia es mía’. Y como no vive obsesionado con estas nociones, cuando su conciencia cambia y se altera, con este cambio y alteración de la conciencia, no aparece el pesar, ni lamentación, ni pena, ni aflicción ni desesperanza.
“Ésta es la forma, hombre hogareño, cuando uno estando afligido en el cuerpo, no está afligido en la mente.”
Esto es lo que dijo el Venerable Sariputta y el hombre hogareño Nakulapita fue elevado y se deleitó en las palabras del Venerable Sariputta.