Colección de discursos agrupados temáticamente

Pindolya Sutta

22.80. Recolector de limosnas

En una ocasión el Bienaventurado estaba morando entre los sakyanos en la Parque de Nigrodha de Kapilavatthu.

Entonces el Bienaventurado se despidió de los monjes por una razón particular, se vistió de mañana temprano y, tomando su cuenco y el hábito exterior, entró a Kapilavatthu en busca de las limosnas. Cuando hubo caminado por Kapilavatthu en busca de las limosnas y haya retornado de esa su habitual ronda, después de haberse alimentado fue al Gran Bosque para establecer allí su morada diurna. Habiendo penetrado dentro del Gran Bosque se sentó al pie de un joven árbol beluva para su morada diurna.

Entonces, mientras el Bienaventurado estaba sólo en la reclusión, esta reflexión surgió en su mente: “El Sangha de los monjes ha sido despedida por mí. Pero allí se encuentran monjes recientemente ordenados, sin mucha experiencia en la vida del renunciamiento, que hace muy poco tiempo llegaron a ese Dhamma-y-Disciplina. Si ellos no me ven allí, puede tener lugar en ellos alguna alteración o cambio. Al igual que en las plántulas que carecen de agua puede tener lugar alguna alteración o cambio, así también están esos monjes recientemente ordenados, sin mucha experiencia en la vida del renunciamiento, que hace muy poco tiempo llegaron a ese Dhamma-y-Disciplina; y si ellos no me ven allí, puede tener lugar en ellos alguna alteración o cambio. ¿Qué tal si asita al Sangha de los monjes de igual manera que lo estaba asistiendo antes?”

Entonces el Brahma Sahampati, habiendo conocido con su propia mente la reflexión surgida en la mente del Bienaventurado, tan rápido como un hombre fuerte extiende su brazo doblado o tan rápido que lo dobla estando extendido, desapareció del mundo del Brahma y reapareción enfrente del Bienaventurado. [Estando allí] arregló su hábito exterior sobre uno de sus hombros, alzó sus manos juntadas en un reverencial saludo hacia el Bienaventurado y le dijo: “es así, Bienaventurado; así es, oh Sublime: el Sangha de los monjes ha sido despedida por el Bienaventurado. Pero allí se encuentran monjes recientemente ordenados, sin mucha experiencia en la vida del renunciamiento, que hace muy poco tiempo llegaron a ese Dhamma-y-Disciplina. Si ellos no le ven allí al Bienaventurado, puede tener lugar en ellos alguna alteración o cambio. Al igual que en las plántulas que carecen de agua puede tener lugar alguna alteración o cambio, así también están esos monjes recientemente ordenados, sin mucha experiencia en la vida del renunciamiento, que hace muy poco tiempo llegaron a ese Dhamma-y-Disciplina; y si ellos no le ven allí al Bienaventurado, puede tener lugar en ellos alguna alteración o cambio. Qué el Bienaventurado asita al Sangha de los monjes de igual manera que lo estaba asistiendo antes.”

Y el Bienaventurado consintió en silencio. Entonces e lBrahma Sahampati, habiendo comprendido el consentimiento del Bienaventurado, le rindió homenaje y desapareció de allí, cuidando que el Bienaventurado quedara a su mano derecha.

Entonces, cuando llegó la tarde, el Bienaventurado emergió de su reclusión y se fue al Parque de Nigrodha. [Estando allí] se sentó en el asiento que estaba preparado para él y efectuó tal proeza del poder espiritual que los monjes se acercasen a él de a uno o en parejas y de una manera tímida. Entonces aquellos monjes se acercaron al Bienaventurado de a uno o en parejas y de una manera tímida. Habiéndose acercado, le rindieron el homenaje, se sentaron a un lado y el Bienaventurado les dijo:

“Monjes, esta es la forma más baja de ganarse la vida, la forma del recolector de limosnas. En el mundo este es un término insultante: ‘tú, recolector de limosnas; rondas alrededor con el cuenco del mendigo en tus manos’. Pero aún así, monjes, los hombres del clan tienen la buena intención de asumir esta forma de vida por una razón válida. No es porque se han visto obligados por los reyes de que hagan eso, tampoco porque se han visto obligados por los ladrones, no porque tuvieran deudas o por el miedo, tampoco para tener una vida fácil. Sino que ellos lo hacen pensando eso: ‘estoy inmerso en el nacimiento, la vejez y la muerte; en el dolor, el lamento, la pena, el displacer y la desesperanza. Estoy inmerso en la insatisfacción y oprimido por la insatisfacción. Quizá por fin se pueda discernir todo ese montón de la insatisfacción.’

“Es de esta manera, monjes, que ese hombre del clan asumió la vida renunciante. Todavía es codicioso, inflamado por la avidez de los placeres sensuales, con la mente llena de animadversión, con intenciones corrompidas por el odio, con la mente confundida, carente de clara compresión, desconcentrada, atolondrada, perdida en sus facultades sensoriales. Al igual que una tea de la pira funeraria, ardiente en los dos extremos y untada con el excremento en el medio, no puede ser usada como madera ni en el pueblo ni en el bosque, de la misma manera yo hablo acerca de esa persona: aún está perdida en los regocijos de la vida hogareña y todavía no ha alcanzado la meta de la vida ascética.

“He aquí, monjes, existen esas tres clases de pensamientos perniciosos: pensamientos acerca de la sensualidad, pensamientos de la animadversión y pensamientos sobre hacer el daño. Y, ¿dónde, monjes, esos tres perniciosos pensamientos cesan por completo? En alguien que mora con la mente bien establecida en los cuatros establecimientos de la atención consciente o en alguien que desarrolla la concentración sin signo. Esta es la razón suficiente, monjes, para desarrollar la concentración sin signo. Cuando la concentración sin signo es cultivada y desarrollada, monjes, esto redunda en gran fruto y beneficio.

“He aquí, monjes, existen esos dos puntos de vista: el punto de vista sobre la existencia y el punto de vista sobre el exterminio. Por eso, monjes, el instruido noble discípulo reflexiona de esa manera: ‘¿existe algo en ese mundo, a lo cual podría yo apegarme sin ser reprobable?’ Entonces comprende esto: ‘no existe nada en ese mundo, a lo cual podría yo apegarme sin ser reprobable’. Porque si yo me apegara, solamente a la forma estaría apegado; si me apegara, solamente a la sensación estaría apegado; si me apegara, solamente a la percepción estaría apegado; si me apegara, solamente a las formaciones mentales estaría apegado; si me apegara, solamente a la conciencia estaría apegado. Y con aquel apego mío como condición, he aquí, llegaría la existencia; con la existencia como condición, el nacimiento; con el nacimiento como condición, la vejez-y-muerte, el dolor, el lamento, la pena, el displacer y la desesperanza llegarían a ser. Tal llegaría a ser el origen de todo ese montón de insatisfacción.

“¿Qué opináis, monjes, es la forma permanente o transitoria?”—“Transitoria, venerable señor”.—“¿Es la sensación… la percepción… las formaciones mentales… la conciencia permanente o transitoria?”—“Transitoria, venerable señor”.

“Y lo que es transitorio, ¿es insatisfacción o felicidad?”—“Insatisfacción, venerable señor”.—“Y lo que es transitorio, insatisfactorio y sujeto a cambio, ¿está en condición de ser considerado así: ‘eso es mío, eso soy yo, eso es mi ser’?”—“No, venerable señor”.

“Viendo de esa manera, monjes, el instruido noble discípulo experimenta repugnancia hacia la forma, repugnancia hacia la sensación, repugnancia hacia las formaciones mentales, repugnancia hacia la conciencia. Experimentando repugnancia, llega a ser desapasionado. A través del desapasionamiento [su mente] llega a liberarse. Cuando es liberado, llega este conocimiento: ‘esa es la liberación’. Y él comprende esto: ‘el nacimiento está destruido, la vida santa ha sido vivida, lo que había que hacer ha sido realizado y he aquí no hay más futuros estados de existencia’”.